«Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para la intolerancia, los prejuicios y la estrechez de mente.» – Mark Twain
A los scouts nos gusta viajar. Y hoy vamos a intentar revivir un viaje increíble, un viaje de los de verdad, de esos que pasan a formar parte de uno, se incrustan en nuestros valores y no nos abandonan jamás. Un pisotón en la cara, un grito desgarrado. Una experiencia dura, pero a la vez hermosa, como subir una montaña. Y lo reviviremos con alguien muy especial.
La persona en cuestión probablemente no necesite presentación. De todas formas, nos vamos a dar el gusto de hacerlo:
Mónica Sirvent, tiene 21 años y es una persona muy, muy activa. Estudia arquitectura en Valencia, y ha sido scout en el grupo desde los 9 años, actualmente acabando su último año de ruta. Ya desde joven Mónica llamaba la atención en el grupo por su compromiso y su capacidad de entrega a los demás. Aprendió a tocar la guitarra en tropa cuando nadie en el grupo sabía, transmitió importantes valores y motivación a sus compañeros en pionero, y ha colaborado e impulsado muchos proyectos en su etapa ruta.
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A los 16 años, Mónica empezó de voluntaria en el programa de infancia de Cáritas. Allí estuvo un par de años hasta que se tuvo que ir a estudiar a Valencia, donde ha tenido la oportunidad de participar en otro proyecto de servicio, Mambré, el programa de personas sin hogar de Cáritas, en el que está desde entonces.
El verano pasado vivió su primera experiencia de cooperación internacional en un campo de trabajo en Palestina, con Cáritas. El proyecto se lo propuso una antigua scouter del grupo, Llanos Sáez, -«a la que agradezco que me diera esta gran oportunidad»- nos comenta.
Como no podíamos dejar pasar la oportunidad, decidimos entrevistarle. Sin más dilación, aquí está lo que le preguntamos… Y lo que nos respondió.
- ¿Nos puedes contar en qué consistía el viaje?
«El campo de trabajo consistía en la inmersión completa en la cultura palestina para conocer desde dentro la ocupación israelí que desde hace años está sufriendo el pueblo palestino. Es decir, vivíamos con familias palestinas y durante el día realizábamos diferentes actividades con un grupo de jóvenes cristianos palestinos de Beit Jala.»
- ¿Conocías algo del país y su situación previamente?
«Estudié algo sobre el conflicto árabe-israelí en bachiller y había escuchado lo poco que se decía en las noticias y que no siempre es objetivo, así que no, realmente no sabía prácticamente nada de la situación.
Antes de irnos a Palestina, tuvimos un encuentro de formación de un fin de semana donde nos explicaron muchas de las cosas que luego pudimos ver una vez allí.»
- ¿Qué expectativas tenías? ¿Qué esperabas encontrar?
«Sinceramente una de las cosas que esperaba encontrarme, es una situación de pobreza y para mi sorpresa cuando llegas allí te das cuenta de que no es realmente un problema económico, sino de presión por parte de Israel para echar de allí a los palestinos y quedarse con todo el territorio.
Además, es sorprendente que para la situación que están viviendo allí, parece que siempre están riendo, bailando, cantando y dando palmas. No se rinden, a pesar de toda la presión que está haciendo Israel y todas las injusticias, no se van de sus casas porque es su tierra y su hogar.»
- Para los que no conozcan el conflicto árabe-israelí, ¿podrías explicárnoslo?
«El conflicto árabe-israelí es un conflicto bastante complicado y que todavía a mí se me escapan muchas cosas que no entiendo. No soy una experta en el tema, ni historiadora, ni he estudiado ciencias políticas, pero intentaré resumirlo para que lo entendáis un poco.
La historia empieza muchos siglos atrás. Palestina prácticamente desde siempre ha estado ocupada por unos u otros; por el Imperio Otomano, Gran Bretaña y ahora Israel.
A finales del siglo XIX aparece un movimiento político que es el Sionismo. No es un movimiento religioso, utilizan la religión como medio y argumento para conseguir su objetivo, es decir, crear un Estado judío. Y entre varios de los territorios que podían utilizar para crear el Estado, eligen la tierra de Palestina por todo el contenido religioso, la tierra prometida para los judíos.
Así empezaron a llegar familias judías a Palestina. En ese momento, era Gran Bretaña la que tenía el mandato sobre la región de Palestina, que trató de hacer pactos con unos y con otros para repartirse el territorio palestino.
También se trató de hacer diferentes propuestas de partición entre judíos y palestinos, entre ellas, la ONU emite una en 1947 en la que dividía Palestina en territorios palestinos e israelíes, con una zona neutra en la que se incluía Jerusalén, bajo administración internacional. Este reparto era claramente favorable para Israel, en el que se le da el 52% del territorio. En 1948 la ONU autoriza la constitución del Estado de Israel y Gran Bretaña deja el mandato sobre el territorio.
Los palestinos se oponen a esto y se dió lugar a un enfrentamiento en el que acabaron ganando los sionistas gracias a su fuerza militar. Fue en este año cuando se produce la Nakba (catástrofe, desastre), lo que es conocido también como el éxodo palestino, muchas familias tuvieron que huir de sus casas, convirtiéndose en refugiados; unos 700.000 refugiados y más de 400 aldeas destruidas.
Actualmente lo que es el territorio palestino se ha quedado en un terreno muy pequeño, una especie de archipiélago en Cisjordania y la franja de Gaza.
Y eso es lo que trata de hacer Israel; hace presión sobre los palestinos con medidas de restricción de la libertad de los palestinos para echarlos de allí y poder quedarse con todo el territorio.
Muchas de esas medidas de presión son las que nosotros vimos allí. Por ejemplo la construcción del muro, una barrera de separación que está construyendo el gobierno de Israel, cuyo argumento es que no pasen los terroristas palestinos a zona israelí, pero aprovechan la situación para ir cogiendo territorio palestino y quedárselo. Está programado construir unos 700km aproximadamente de longitud, llegando a alcanzar hasta 9 metros de altura en algunas partes.
Otras medidas son los checkpoints, una especie de puestos controlados por militares israelíes, por los que tienes que pasar si quieres cruzar al otro lado del muro. Para poder cruzarlo necesitan un permiso aunque algunas veces no les dejan pasar aunque lo tengan.
Apropiación de territorios. El ejército israelí llega a una casa palestina y puede expulsarlas de allí para darle su casa a otra familia judía.
Control sobre los acuíferos y del agua aunque estén en territorio palestino, asentamientos, detenciones, distinción de carreteras israelíes y palestinas, roadbloacks (son bloques que se utilizan para cortar carreteras y que no se pueda pasar por ellas)… son otras de las muchas formas que tiene Israel de presionar a Palestina.»
- ¿Podrías resumir las cosas que hicistéis una vez allí? Cuéntanos tu viaje.
«Estuvimos en Palestina 12 días. Los 8 jóvenes españoles entre 18 y 30 años que participábamos en el campo, estábamos viviendo con familias de Beit Jala. Yo estaba con Iván, otro chico español, y vivíamos con la familia de dos jóvenes de la parroquia con la que realizábamos actividades, Jennifer y Khader.
Los días eran muy intensos, un no parar. Hacíamos tantas actividades diferentes en un mismo día, que había días que era muy difícil asimilarlo todo. Las actividades eran de todo tipo, encuentros con asociaciones, políticos, sacerdotes… hacíamos servicios como limpiar la parte católica de la Nativity, recoger basura en Cremisán… También visitamos algunas ciudades como Hebrón, Jerusalén, Ramallah, Taybeh y Jericó. Estuvimos en un concierto de cultura palestina donde cantaban y bailaban música palestina (una auténtica pasada para quien disfruta la música), jugamos un partido de fútbol con la selección femenina de fútbol palestina, visitamos un campo de refugiados, hicimos alguna marcha (una de ellas fue para subir a un monasterio en Jericó; hacía mucho calor pero era un sitio mágico)… Escuchamos testimonios de familias palestinas, historias que te ponían la piel de gallina.
Una de mis actividades favoritas por todo lo que significaba y que yo más disfruté con diferencia fue pintar un mensaje en el muro, como símbolo de protesta contra la ocupación.
Como veis, las actividades eran muy variadas. Teníamos un programa muy completo y todo con un fin, conocer la situación allí.
Me sorprendió la cantidad de scouts que hay en Palestina. De hecho varios de los que estaban en nuestro grupo eran de un grupo scout católico y tuve la gran suerte de que dos de ellos me llevaron a ver el campamento de otro grupo scout ortodoxo. Me emocionó mucho que tuvieran ese detalle conmigo por ser scout, y poder conocer como funcionan allí.
Otra cosa que me encantó fue la comida: realmente tampoco se aleja tanto de lo que comemos nosotros, pero especialmente los dulces (y eso que yo no soy muy golosa) se han convertido en una perdición.
Una de las mejores cosas que tiene el campo es compartir todas estas actividades con los palestinos. De esta manera, no vives el conflicto y la ocupación desde fuera, sino que acabas encariñándote tanto de la gente y queriendo a esas personas, que acaban por convertirse en tus hermanos. Al final vives con ellos el conflicto: si ellos sufren, nosotros sufrimos; es decir, ahora que hemos vuelto a nuestras vidas, no es algo que ya haya quedado atrás y se nos olvide, sino que vivimos en contacto con ellos y con Palestina.
En definitiva, no ha sido un viaje de turismo cualquiera. Allí he conocido realmente el país, las personas, la cultura, las cosas buenas y las cosas malas, todo. Me ha servido para romper con prejuicios e ideas preconcebidas, para abrirme e incluso para conocerme también a mí misma un poco más.»
- ¿Algún momento o momentos que tuvieran un significado para ti?
«Hubo varios momentos, pero quizás me quedo con tres de ellos.
Uno de los primeros fue en la primera misa en el valle de Cremisán, no sé si por lo que dijo cura, por el momento o por el lugar, que cuando estás allí te das cuenta de lo especial que es y el encanto que tiene; además, haber podido dejar nuestro granito de arena recogiendo basura en una parte del valle, para mí fue muy especial.
Otro de los momentos más importantes para mí, y probablemente uno en los que más sufrí, fue a la vuelta de Hebrón: había sido un día duro, y en el momento en el que nos juntamos todo el grupo, españoles y palestinos, para poner en común lo vivido ese día; al escuchar a una de las chicas palestinas, se me partió el corazón.
Y el tercer momento, en Jericó, la ciudad de la que me quedé enamorada por el desierto, fue por la tarde: solo un grupo subimos al Monte de las Tentaciones y vimos allí el atardecer. Hacía mucho tiempo que no sentía tanta paz como en aquel sitio. Y lo que daría por volver.»
- ¿En qué fue diferente esta experiencia a tus expectativas?
«Allí me llevé muchas sorpresas. Me encontré cosas que no me esperaba, cosas buenas y cosas malas; incluso había veces que aunque supiese que había situaciones de injusticia que se daban porque lo había leído, visto en las noticias o porque me lo habían contado, una vez allí, cuando lo veía con mis propios ojos o cuando lo sentía, es como si me llevase el golpe igual. No es lo mismo verlo desde la tele, que parece que todo está muy lejos de nuestra realidad, que luego vivirlo de verdad; me di cuenta de que no nos quedaba tan lejos y que no somos tan distintos.
Algo que también me ha sorprendido, ya no tanto del conflicto, sino del campo de trabajo, es que yo buscaba un tipo de voluntariado internacional y la oportunidad que se me presentó fue otra distinta. Cuando pensaba en irme, buscaba algo en lo que yo pudiese participar más activamente. Allí tuvimos muchas actividades como las que os he contado: limpiar, recoger basura, pintar el muro… Pero también muchas otras mucho más pasivas, de escuchar y preguntar. Y estando allí muchas veces pensaba que yo no estaba hecha para eso, que yo necesitaba ayudar de otra manera y no me sentía muy útil; al contrario, me sentía culpable por no poder hacer más.
Y ha sido al volver a España cuando me he dado cuenta de la importancia de todo lo que he vivido. He aprendido la importancia de escuchar los testimonios de todas esas personas (asociaciones, religiosos, políticos, etc.), para luego yo poder llevar sus historias al resto del mundo y dar a conocer las injusticias que se están dando. Ahora es cuando yo puedo ser útil y hacer un servicio.»
- Y nosotros, los scouts, ¿qué podemos hacer?
«Como personas, creo que en nuestro día a día lo más importante es no dejarse convencer fácilmente por todo lo que te dicen en las noticias: leer, aprender y contrastar información, tratar de conocer la verdad.
Y después dar a conocer esa verdad, darle difusión, que las personas de nuestro alrededor conozcan las injusticias que están pasando, no solo en Palestina, sino en cualquier parte del mundo e incluso en nuestro entorno, y no quedarnos impasivos frente a esas injusticias.
Como scouts, quizás lo que mejor he aprendido después de 6 años en la etapa ruta es la importancia del lema, “Servir”. Y eso es lo que tenemos que hacer los scouts, servir, no solo dentro del grupo, fuera también. Y en este caso, la sensibilización también es un servicio porque las personas que están sufriendo la ocupación en Palestina merecen que el mundo conozca su situación y su realidad. Es una manera de hacer un servicio y ayudarles para dar un pasito muy pequeño hacia su libertad y la paz.»
- ¿Algo más que añadir?
«Desde que he vuelto, muchas personas me han preguntado que si ahora que había estado allí soy pro Palestina. No quiero pensar que todos los israelíes quieren esta situación y están a favor de la ocupación, no podemos generalizar y meter a todos en el mismo saco. No quiero que, al contar mi experiencia y las injusticias que he visto, se juzgue a todos los israelíes. Pero la realidad es que hay un pueblo que está sufriendo la ocupación, y eso sí que puedo denunciarlo: a la larga, el que sufre es el pueblo de a pie. Ahora, muchas de esas personas que sufren la ocupación se han convertido en mis hermanos, y quiero que cambie esa situación. No soy pro Palestina y no odio a Israel. Un sacerdote de Palestina, nos dijo que “hay que odiar la ocupación pero amar a los ocupantes”. Con eso es con lo que me quedo.»
Con palabras de tanto peso, no hace falta añadir más, salvo gracias, Mónica, por compartir esto con todos nosotros.
Buena caza.
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