Tras unos días desde la primera entrada sobre del campamento, haremos un par de publicaciones sobre las diferentes marchas que han hecho las secciones: y es que ¡solo han hecho la misma las manadas y las unidades!
En común, todas tienen que la mayoría de los días han podido disfrutar de pozas, piscinas naturales o zonas de baño para refrescarse después de la cansada y calurosa jornada de caminata. Hoy hablaremos de las marchas de manadas y tropas, y en un par de días subiremos otra entrada en la que os contaremos acerca de las “odiseas” de pioneros y rutas.
En primer lugar, las manadas hicieron una marcha de tres días por la senda de las cinco villas que completa Mombeltrán, el pueblo en el cual se encuentra el campamento. Ambas manadas han caminado muy bien, y estamos muy orgullosos de ellas.
El primer día pudieron disfrutar de unas estupendas pozas al lado del pueblo, Cuevas del Valle, así como de unos macarrones con carne que supieron a gloria, después de horas de andadura bajo el sol, que completaron como unos campeones. Asimismo, hicieron una buena acción encontrando al dueño de un perrito que se había perdido. Luego se durmieron mirando las estrellas.
El segundo día descansaron en el centro cultural de Santa Cruz del Valle, donde jugaron a príncipes y princesas, hermanando ambas manadas; disfrutaron de las vistas y se tomaron un merecido helado, pagado por sus cuotas semanales. Su entrada triunfal la mañana del tercer día les permitía descansar y prepararse para el “grueso” del campamento.
Por su parte, las tropas hicieron dos marchas distintas, algo fuera de lo habitual, pero con sentido: la Impeesa aprovechó para hacer su Aventura en un multiaventura que hay cerca de aquí, con puentes bastante altos; la actividad, pese a ser después de un rato previo de marcha, les gustó un montón.
Además, su marcha fue de cuatro días, en los que pudieron disfrutar de auténticas maravillas de la naturaleza, con piscinas naturales chulísimas. Sufrieron algunas bajas por enfermedad digestiva, pero eso no mermó el ánimo general, que caminó hasta el final y se hizo escuchar en el comedor, a la mañana del cuarto día, bajo sus míticos cánticos de Impeesa.
Para terminar, la Mafeking hizo una marcha de tres días, bonita y variada: un primer día duro, con cuestas muy pronunciadas, sirvió para unir a la tropa, que animaba a quien más flojo se sentía. Los generosos tiempos libres y una actividad muy interesante de integración hizo que volvieran al campamento fortalecidos como grupo. No faltaron pozas y zonas de agua para divertirse y refrescarse.
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